En general pensamos que nuestro organismo vive en una estabilidad constante, lo que se conoce como homeostasis. Ejemplo de ello es la temperatura corporal, el pH sanguíneo, etc. El organismo activa las herramientas necesarias para que estos parámetros se mantengan siempre en un equilibrio.
Sin embargo, muchos parámetros no son constantes, pero sus variaciones están lejos de ser un error ya que suponen una respuesta adaptativa a las demandas del ambiente.
Ejemplo de ello es el estado físico de una persona. La fisiología de esa persona deberá tener una regulación adaptativa fisiológica a los estados físicos cambiantes que esa persona pueda tener. Esto es lo que se conoce como la alostasis, que hace referencia al equilibrio a través del cambio. Este concepto da a entender que el objetivo del organismo no es tanto la constancia si no una adaptación al cambio.
La alostasis entiende que el organismo cambiará su medio interno para enfrentarse a los desafíos que puedan llegar del exterior.
Ejemplo de ello es el estrés; si estás caminando por la calle y aparece un peligro del que tienes que huir, el cuerpo tendrá que adaptarse a esa nueva situación mediante todo tipo de sistemas (aumento de la presión arterial, de la oxigenación de tejidos, aumenta la glucosa en sangre, etc.) para poder reaccionar rápidamente. Este sistema es una ventaja fisiológica que nos permite la supervivencia, pero se trata de una reacción en un momento puntual que si permanece en el tiempo puede llegar a ser muy peligrosa.
Por ello, el estrés es un elemento necesario para el buen funcionamiento de nuestro organismo, pero no lo es vivir con estrés. Por eso diferenciamos entre estrés agudo y estrés crónico.
Este es un concepto muy significativo en nuestro estilo de vida actual. Nuestro estilo de vida ha cambiado, pero no nuestras respuestas metabólicas.

La relación entre el estrés y su repercusión sobre nuestro cuerpo tiene una relación directa entre dosis y efecto. Es decir, una dosis pequeña de estrés no pone en peligro a nuestro organismo, al contrario, incluso puede ser positivo y fomentar una buena salud de nuestras células, por el fenómeno de respuesta a dosis conocido como «hormesis».
Pero una dosis elevada o mantenida de estrés puede generar repercusiones negativas importantes en nuestro cuerpo. Por ejemplo:
- El estrés crónico genera una depresión del Sistema Inmune, y favorece la muerte celular.
- La depresión es otra de las consecuencias de un estrés mantenido en el tiempo. La degradación metabólica que una persona puede tener sometida a esta situación prolongada en el tiempo, puede generar pérdida de minerales, desajustes hormonales, obesidad, alteraciones en el intestino (70% aproximadamente de nuestro Sistema Inmune), problemas de insomnio, etc.
- Atrofia en el hipocampo, que puede afectar al lóbulo temporal y generar pérdida de memoria.
- Etc.
Aunque se ha visto, que personas diferentes sometidas a un estrés crónico generan respuestas diferentes. La repercusión que tiene el estrés sobre nuestro organismo cambia si la reacción ante el éste es de amenaza, de lucha o de huída o si es de desafío.
Físicamente la respuesta de amenaza genera en nuestro cuerpo una vasocontricción de los vasos sanguíneos con el objetivo de sangrar menos en caso de heridas y que fluya menos sangre al cerebro. Por su parte, la glándula suprarrenal segrega cortisol que nos proporciona glucosa para convertirla en energía. El nervio vago, que constituye una línea directa entre el cerebro y la vísceras, y normalmente sirve para que mantengamos la calma y la seguridad, inhibe su actividad. A consecuencia también se nos acelera la frecuencia cardíaca y se incrementa la presión sanguínea. Es probable que nos desmayemos o que se nos afloje la vejiga. Y un largo etcétera.
Mientras que la respuesta de amenaza te prepara para desconectarte y soportar el dolor, la respuesta de desafío te ayuda a gestionar de forma más efectiva todos tus recursos.
En general la gente no suele manifestar reacciones solo de amenaza o solo de desafío, si no que suele ser una mezcla de ambos, pero los que presentan más respuesta de desafío tienen un un menor envejecimiento celular.
Cuando tenemos una respuesta de desafío ante el estrés, nuestro sistema nervioso simpático sigue estando excitado pero de forma positiva, que nos pone en un estado de concentración más intensa y proactiva, y no destructiva. Y aunque muchas veces no podemos elegir nuestras reacciones inmediatas, sí podemos modelar nuestras respuestas subsiguientes.

Y aunque en nuestro estilo de vida actual no podamos librarnos del todo del estrés, sí podemos afrontar o gestionar las situaciones estresantes con mentalidad de desafío y añadir tareas antiestresantes a nuestra rutina. Por ejemplo:
- Respetando 10 minutos de meditación diaria. Muchas veces son los minutos que le quitamos al sofá o el tiempo que pasamos tontamente mirando el móvil.
- Una ducha puede generar un cambio en la respuesta de nuestro cuerpo.
- Dedicarle aunque sea media hora a realizar alguna actividad física, y si es al aire libre mejor.
- Respetando tus horas de sueño.
- Dándote un capricho o algo que te genere placer: desayunar fuera, comer tu plato favorito, darte un masaje en los pies al llegar a casa,…
- Respiraciones conscientes antes de acostarte o unos minutos de yoga.
- Vuelve del trabajo caminando si es factible.
Parte de este texto sale de la lectura del libro La solución de los Telómeros de Elizabeth Blackburn y Elissa Epel, donde explican qué factores pueden alterar tu salud y cómo. Para más información podéis consultar este libro, entre otros muchos.