La alimentación para bebés y niños es algo que preocupa a muchas madres. Parte de esta preocupación reside en que el niño desarrolle su sistema inmune correctamente, puesto que los 6 primeros años de vida son fundamentales, tanto a nivel cognitivo, como inmunitario, como físico.
Los sistemas inmunitario y digestivo de los recién nacidos no están preparados para la comida hasta que alcanzan alrededor de los seis meses de edad; la leche materna es todo lo que los bebés necesitan de forma exclusiva hasta los 6 meses, y de forma complementaria a alimentos sólidos hasta los dos años. Aunque esta edad no es exacta, suele ser a partir de los seis meses que los bebés son capaces de sentarse erguidos, coger pedazos de comida, llevárselos a la boca y masticarlos; es decir, empiezan a alimentarse ellos solos. Esto varía de unos bebés a otros en función de su desarrollo, normalmente es el propio bebé el que empieza a mostrar interés por otros alimentos al vernos comer a los adultos, esto puede ocurrir a partir de los 4 o 5 meses o incluso no mostrar interés por los alimentos hasta los 7 u 8 meses. Ese es el momento perfecto para iniciar la alimentación complementaria.
PERÍODOS DE ALIMENTACIÓN DEL BEBÉ
Todos los mamíferos se nutren de la leche materna hasta el momento en que su organismo es capaz de asimilar y metabolizar otros nutrientes.
El ser humano, como mamífero que es, debería seguir la misma secuencia, y sin embargo, no siempre es así. Muchas veces la madre abandona la lactancia muy pronto por incorporación a su trabajo, por alguna incompatibilidad, por un mal asesoramiento de profesionales de la salud desactualizados, etc. La mayoría de los fracasos en la lactancia se producen por una mala posición del niño al succionar, lo que puede producir por un lado grietas, heridas y mucho dolor y por tanto abandono por parte de la madre, y en otras ocasiones una succión no productiva (como cuando chupamos por una pajita y hacemos vacío sin conseguir extraer ningún líquido). Por lo tanto el bebé pasa hambre y llora, y en seguida alguien nos convence de que la leche que producimos no es buena o no le llega, recurriendo así a la leche de fórmula.
Esto se solucionaría rápidamente si nos asesoramos con un profesional experto en lactancia materna (como son las matronas bien actualizadas o grupos de apoyo en lactancia materna), que “educa” a la madre en todo tipo de pautas con el bebé, nos explica cómo colocarlo correctamente en el pezón, como son los ritmos normales de la lactancia (que debe ser a demanda y nunca estar sujeta a tiempos ni pautas horarias), e incluso como continuar con la lactancia una vez que nos incorporemos al trabajo, haciéndonos recuperar la confianza en nuestra capacidad para alimentar a nuestros bebés.
En caso de que el bebé presente algún tipo de complicación durante la lactancia materna, sería importante valorar la alimentación y el estado de la madre y tratarla, siempre en manos de una persona especializada.
Para resolver algunas de estas dudas el libro del pediatra CARLOS GONZALEZ: “UN REGALO PARA TODA LA VIDA” es de lectura obligatoria.
Sí de todas formas sigue habiendo problemas con la lactancia del bebé, ponte en contacto con un especialista en el tema, o con una matrona o grupo de lactancia materna que haya en tu ciudad (encontrarás las direcciones y teléfonos en www.fedalma.org).
DE 0 A 6 MESES
A día de hoy no existe ninguna leche que contenga las mismas propiedades que la leche materna, ésta es el único alimento imprescindible para el ser humano.
Como tema informativo, y para concienciar de la importancia de la leche materna vamos a ver las diferencias entre leche materna y leche de lactancia artificial:
La leche materna está preparada para cubrir perfectamente las necesidades del bebé y adaptada a las características digestivas del mismo. Además, la leche materna se va modificando según las necesidades del bebé. Esto tiene una explicación:
- El calostro. Es la primera leche, presente los primeros 5 días más o menos después del parto. Es de color amarillo-anaranjado. Es la más rica en proteínas, vitaminas liposolubles y sodio, junto con la inmunoglobulina A (Ig A) importantísima para la inmunidad del bebé. Esta inmunolglobulina se segrega de forma natural en este período porque el bebé no lo producirá por sí mismo hasta la 4º o 6 semana de vida (Por su parte, la leche de vaca y de fórmula para lactantes, no contiene la IgA, con lo que el bebé alimentado de estas leches será propenso a ciertas alteraciones digestivas y alergénicas). Es baja en grasa, para que el bebé sea capaz de digerirla fácilmente. De esa forma el bebé mamará con más frecuencia (de 8 a 12 veces en 24 horas las primeras semanas) con el fin de estimular la producción de la leche de la madre (ya que la producción de leche es proporcional a la succión que realiza el bebé, por eso es importante que la lactancia sea a demanda). También tiene un número alto de leucocitos (glóbulos blancos), que actúan como defensas contra infecciones. Tiene un efecto laxante suave que estimula al bebé a pasar la primera deposición conocida como “meconio”. Esto ayuda a prevenir la ictericia mediante la “limpieza” del exceso de bilirrubina (que se excreta en el meconio), que es un producto de desecho de los glóbulos rojos de la sangre. Éstos se excretan en grandes cantidades después del nacimiento con el fin de reducir el volumen de sangre en el bebé. Por todo ello el calostro, aunque parezca un alimento insuficiente, es de vital importancia los primeros días tras el nacimiento.
- Leche de transición. Esta leche es de un color más blanco- amarillento y es la etapa posterior al calostro durante las siguientes 2 semanas.
- Leche madura. Esta leche se adapta a los requerimientos del bebé a partir de la tercera semana, y es una leche más blanca y más liquida que el calostro y se produce en grandes cantidades. No solo la cantidad de leche producida, sino también su composición, dependen de la forma en que mama el bebé. El niño controla el pecho para obtener el tipo de leche que necesita en cada momento. Por ejemplo, la cantidad de grasa de la leche aumenta a lo largo de la toma, y no es un aumento pequeño, la concentración de grasa al final de la toma es hasta 5 veces más que al principio. Al comienzo de la toma la leche es más líquida, con la intención de calmar la sed del bebé. A medida que sigue mamando la leche se vuelve más densa, con el fin de saciarlo y alimentarlo. Así, cuanta más leche tome un niño de un pecho en una toma mayor será la concentración de grasa que se alcance (habrá un límite máximo por supuesto) y por tanto la cantidad de calorías y nutrientes. Así pues, el bebé irá modificando la composición de la leche en función de sus necesidades. La clave para que el bebé esté correctamente alimentado es colocar al bebé en posición correcta (boca muy abierta, pecho metido hasta el fondo de la boca, tendrá el labio superior doblado hacia arriba y el inferior hacia abajo, la nariz y el mentón tocando el pecho, la cabeza no muy extendida y las mejillas no se hunden sino que se abomban, como si masticara, se moverá la mandíbula y la oreja).
Hay que olvidarse del reloj y esperar a que el bebé suelte el pecho de forma espontánea, cuando lo decida, y ofrecerle el otro pecho cuando acabe, ya que puede querer más o puede que se haya quedado satisfecho con un pecho sólo. Por lo tanto, le ofreceremos el otro pecho en la siguiente toma, cuando el bebé vuelva a tener hambre, no calcular cuando fue la última toma, y a libre demanda.
Uno de los grandes errores en la lactancia es calcular el tiempo de toma. Esos baremos no siempre son iguales para todos los bebés, y si la madre se rigen a unas franjas de tiempo concreto puede llevarles a pensar que su leche no alimenta, porque al principio el bebé casi no tiene fuerza de succión, por lo que la toma suele o puede ser muy larga al principio porque se cansa, se duerme, sigue succionando,…y puede llegar a durar una hora. A medida que crece, aunque toma más cantidad tarda menos tiempo en comer, porque succiona más cantidad de cada vez. Cuando se trata de un bebé nunca hay que estar sujetos a tiempos, ese es un problema de nuestra sociedad y de nosotros, los adultos.
La composición exacta de la leche materna madura es la siguiente:
- Lactoferrina, es una proteína que protege los intestinos del bebé contra bacterias y otros organismos (como los hongos) que necesitan hierro para su desarrollo .
Inmunoglobulinas (A, G, H), también protegen al bebé contra ciertos virus y bacterias (como la E coli). Las inmunoglobulinas son también proteínas. - Lisozima, es una enzima que tiene funciones anti-inflamatorias, promueve el crecimiento de la flora intestinal (bacterias buenas) y también protege contra la E coli y la salmonela.
- Factor Bífidus, también es una proteína que favorece el crecimiento de lactobacilos, que son bacterias beneficiosas que protege contra la infección.
- Grasas o lípidos , son muy necesarios para el desarrollo del cerebro, la absorción de vitaminas liposolubles y son una muy buena fuente de calorías para el bebé. La dieta materna no afecta a la cantidad de grasa en la leche, pero puede afectar a los tipos de grasa presente en ella. La cantidad de lípidos suele ser mayor al final de la toma, por lo que es importante siempre dejar que el bebé termine primero un pecho antes de ofrecerle el otro.
- Vitamina C, esta vitamina aumenta la absorción de hierro. En el caso de las vitaminas, la dieta materna afecta a la cantidad y tipos de vitaminas presentes en la leche. Por ello, la madre debería tener una dieta rica en frutas y verduras.
- Vitamina D, esta vitamina se necesita para la absorción de calcio y, por tanto, un crecimiento adecuado de los huesos. Si bien es cierto que la leche materna contiene cantidades bajas de vitamina D, éstas son las necesarias para un lactante. Los suplementos de vitamina D son necesarios en bebés de piel oscura (raza negra, india etc) que vivan en países con una baja radiación solar o en bebés que nunca se expongan al sol.
- Hidratos de carbono, la lactosa es el principal hidrato de carbono que se encuentra en la leche materna. Se compone de galactosa y glucosa y su concentración en la leche materna aumenta hacia el final de la toma. Alrededor del 40% de las calorías totales son proporcionadas por la lactosa. Ayuda a combatir infecciones y también promueve el crecimiento de la flora bacteriana en el estómago. También mejora la absorción de algunos minerales.
- Calcio, es uno de los principales minerales presentes en la leche materna. El calcio ayuda al crecimiento y el desarrollo de los huesos. El calcio se obtiene de los huesos de la madre y después se suministra al bebé a través de la leche materna. Los huesos maternos se reponen de calcio durante y después del destete.
- Hierro, es un mineral necesario para producir los glóbulos rojos. La leche materna tiene niveles bajos de hierro, pero el bebé absorbe un porcentaje muy alto de ese hierro. Algunos profesionales de la salud creen que los bebés mayores de 6 meses necesitan suministros adicionales de hierro. Sin embargo, otros afirman que un bebé puede crecer bien alimentándose solo de leche materna hasta la edad de un año.
- Zinc, es un mineral necesario para la producción y la activación de las enzimas.
En la leche de vaca, tanto las proteínas como las seroproteínas son totalmente diferentes:
- La leche vacuna tiene demasiada caseína, lo que dificulta la digestión y tiene mucha reacción alergizante.
- En la leche de vaca hay beta-lactogloblina, que no contiene la leche materna. Esta proteína es un alérgno potente para los bebés, y muy poco digestiva, con lo que puede llegar a atravesar el intestino sin ser digerida.
- La leche vacuna tiene 3 veces más contenido en sodio, lo que puede sobrecargar la función renal de bebe.
Por otra parte, el reflejo de succión del bebé tiene como máxima expresión a los 20-30 minutos después de nacer, con lo que es muy importante aprovechar ese tiempo para que el bebé empiece a mamar. De esta manera se producirá antes la secreción de leche y el bebé recibirá las ventajas del calostro.
Es muy común separar al niño de la madre tras el parto, así como dar un biberón de fórmula adaptada en la toma de la noche para que el bebé aguante más horas sin mamar, sin embargo todo ello tiene grandes inconvenientes, no sólo por el tema afectivo, si no porque saltamos una toma, y esto puede retrasar la secreción de leche materna. Hay que recordar que lo más importante en la producción de leche es la succión, cuanto antes y más pongamos al bebé al pecho, más leche produciremos.
Los bebés que se alimentan con pecho, disminuyen las probabilidades de padecer:
- Infecciones respiratorias, urinarias y de oído
- Problemas de piel
- Formación de placa bacteriana e infecciones en la boca
- Diarrea, estreñimiento y gases
- Enfermedades intestinales
- Asma, alergias
- Diabetes, obesidad
- Cáncer de la niñez como leucemia y linfoma
- Síndrome de muerte súbita en lactante (SIDS en inglés)
- Anemia por deficiencia de hierro
- Ataques al corazón y al cerebro (derrame o embolia) en la edad adulta
Por otro lado, amamantar al bebé ayuda a reestrablecer el tamaño del útero y disminuye las probabilidades de padecer:
- Diabetes tipo 2
- Cáncer de mama y ovarios
- Anemia por deficiencia de hierro
- Depresión postparto
- Osteoporosis
DE 6 MESES EN ADELANTA. ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA
La mayoría de los bebés están preparados para comenzar a experimentar con los alimentos sólidos, sin necesidad de triturarlos previamente, alrededor de los seis meses de edad. Sólo necesitan que se le dé la oportunidad de hacerlo.
Esta forma de introducir los alimentos se denomina ALIMENTACIÓN AUTORREGULADA (también conocido como alimentación complementaria a demanda ó Baby-led weaning, BLW) que consiste en introducir comidas sólidas en su dieta, permitiendo que el bebé se alimente por sí mismo –sin usar cucharas y sin purés. El bebé se sienta con el resto de la familia a la hora de la comida y se une a los demás cuando está preparado, usando primero sus manos para comer y después los cubiertos.
Tanto la Academia Americana de Pediatría como la Asociación Española de Pediatría comparten que la introducción de nuevos alimentos se ha de llevar a cabo en función del grado de desarrollo del bebé y no tanto de la edad. Hay niños que están preparados a los cinco meses y otros a los ocho o, incluso, más tarde.
Sabremos si el niño está preparado para tomar nuevos alimentos cuando se den los siguientes requisitos:
- Es capaz de sentarse sin ayuda (sería muy difícil dar de comer a un niño que se cae para los lados).
Ha de ser capaz de coordinar el ojo y la vista para coger un trozo y llevárselo a la boca con cierto éxito. - Haya perdido el reflejo de extrusión (es lo que hace que los niños expulsen la cuchara o la comida con la lengua).
- Muestra interés por la comida de los adultos (si se le pone a su alcance, incluso, intenta coger algún alimento).
- Sabe mostrar hambre y saciedad con sus gestos. Por ejemplo, el niño que tiene hambre, al ver acercarse la cuchara o algún alimento, abre la boca.
Hasta el año de edad, la leche – preferiblemente materna – sigue siendo el alimento fundamental y por tanto, se debe ofrecer antes que el resto de alimentos complementarios (que como su propio nombre indica, sólo complementan y no sustituyen a ésta).
La alimentación autorregulada permite al bebé descubrir sabores, texturas, colores y olores, conocer y distinguir los diferentes alimentos que comerá de adulto; fomenta la independencia y la confianza en sí mismo; le ayuda a desarrollar y mejorar la coordinación ojo-mano, desarrollar la musculatura orofacial y la masticación y sobre todo evita las peleas a la hora de comer ya que nunca, nunca , bajo ninguna circunstancia obligaremos al niño a comer si no quiere ya que sólo conseguiríamos que su interés por los alimentos disminuya y asocie el momento de la comida con una situación desagradable y negativa.
El objetivo principal de esta etapa no es nutricional, ya que todas sus necesidades estarán cubiertas con la lactancia, sino que es educacional, se trata de despertar su interés por los alimentos y que a través del juego y la curiosidad aprenda a comer como lo hará de adulto.
Fundamentos de la ALIMENTACIÓN AUTORREGULADA
Lactancia materna como la base de la alimentación autónoma.
Continuaremos con lactancia a demanda como base de la alimentación, el bebé mamará lo que necesite y la comida se ofrecerá de forma complementaria. No es necesario que las tomas coincidan con las horas de las comidas, mamará cuando lo pida. Si coincidiera, lo recomendable es ofrecer primero el pecho o biberón y luego la comida, de esta forma garantizamos una correcta nutrición mientras el bebé aprende a comer. Poco a poco él mismo irá disminuyendo las tomas y aumentando la cantidad de comida. Además la lactancia materna protegerá al bebé de posibles alergias alimentarias.
Fomentaremos una alimentación saludable y variada
Los principios generales de una alimentación saludable se aplican también a los bebés que están gestionando su propio proceso de introducción de sólidos. Por eso, deben evitarse las comidas rápidas, los alimentos procesados, los congelados, enlatados, grasas saturadas e hidrogenadas, fritos, bollería, galletas (incluidas las “aptas para bebes”),… nunca nada que contenga azúcar y además con los bebés eliminaremos la sal y los alimentos salados por lo memos hasta el año de edad (podemos condimentar con especias).
Ofreceremos a nuestro bebé:
- Frutas, enteras mejor que en zumo. No empezar por los cítricos que son más irritantes.
- Verduras variadas a poder ser ecológicas, libres de pesticidas. Mejor al vapor o cocidas.
- Carne magra (no cerdo) en trozos grandes para que lo pueda agarrar y chupar, a medida que desarrolle destreza con las manos la carne picada es una buen opción.
- Pescado, empezaremos por el blanco. Evitaremos el pez espada, tiburón, lucio, atún rojo o conservas de atún por su alto contenido en metales pesados.
- Huevo
- Cereales en grano, evitaremos preparados en polvo que son menos nutritivos, y a poder ser integrales (arroz, quinoa, mijo, trigo sarraceno, avena…) y
- Legumbres
- Evitar alimentos pequeños por riesgo de atragantamiento (frutos secos: si se puede triturados previamente, uvas y cerezas: si se dan sin pepita y en trozos….)
Cocinaremos los alimentos para que estén lo suficientemente blandos como para que el bebé los mastique fácilmente con las encías. Al principio, es mejor ofrecer trozos grandes adaptados al tamaño de su puño, preferiblemente en forma de palitos para que lo pueda agarrar con facilidad y experimental con él.
Algunos ejemplos de comidas para comer con las manos (“finger food” en inglés) serían;
- Verduras enteras cocinadas al vapor o ligeramente cocidas; vainas, judías verdes, etc.
- Ramilletes de coliflor o brécol al vapor o ligeramente cocidos.
- Palitos de verduras al vapor o cocidos; zanahoria, nabo, calabaza, calabacín, patata,
- Rodajas gruesas de aguacate (no muy maduro)
- Pollo o pavo en forma de tiras
- Frutas; pera, manzana, plátano,… bien enteras y en palitos.
- Crackers o trozos de pan en general
- Tortas de arroz o tostadas sin sal (solas o con algo por encima)
- Bolitas de arroz, mijo, etc.
- Tortilla francesa en tiras
- Etc.
No existe una evidencia científica que respalde el empezar la alimentación del bebé por cereales o por fruta o verdura, o mezclando alimentos de los diferentes grupos. Saludable y personalizado es la clave para el crecimiento sano de un bebé. No importa realmente el orden. El niño puede y debe empezar a comer lo mismo que coman sus padres, adaptándose siempre a sus necesidades. Y esto es un aliciente también para que los adultos mejoren su dieta.
En los primeros intentos no se puede pretender que coma mucha cantidad, a veces incluso nada, pero se familiariza con la comida y la va reconociendo. Si el niño se niega a comer sistemáticamente un alimento no pasa nada, los adultos tampoco comemos de todo, siempre y cuando se le compense con otros alimentos nutritivos y completos. Ningún alimento es imprescindible, a excepción de la leche materna, por lo tanto, si no quiere comer una pera, hay que probar con una manzana, y ofrecer al niño una oferta amplia de alimentos saludables, para que él mismo los reconozca y elija.
No es necesario retrasar la introducción de ningún alimento para evitar las alergias; excepto los lácteos que no se introducirán hasta el año de edad para evitar la intolerancia a la lactosa y la miel hasta los dos años por riesgo de intoxicación botulínica.
Los que practican este método suelen estar de acuerdo en que no se deben introducir muchos alimentos de golpe (a ser posible, de uno en uno o de dos en dos) para que, en caso de reacción alérgica, sea más fácil identificar la fuente de toxicidad. Los alimentos potencialmente alérgenos (pescado, marisco, frutas exóticas, frutos rojos, frutos secos, etcétera) pueden ofrecerse de últimos o retrasarse si hay antecedentes familiares pero esto no es imprescindible. De hecho, el gluten debería tomarse desde el principio; para prevenir la intolerancia al gluten se le dará a partir del 5° mes (independientemente de que se haya iniciado o no la alimentación complementaria) pequeños trozos de pan a chupar cada tres, cuatro días para que entre en contacto con el gluten antes de introducirlo definitivamente a los 6-7 meses.
De hecho, en cada cultura se hace de manera diferente y los «mandamientos» de un centro de salud pueden diferir completamente de los de otro centro de la misma localidad, Incluso los pediatras de un mismo centro de salud llegan a dar indicaciones diferentes para comenzar la introducción de alimentos,…
Por lógica parece sensato retrasar la aparición de los alimentos potencialmente alergénicos en la dieta del bebé. Sin embargo, no siempre lo lógico coincide con las pruebas científicas. Hoy en día, las principales asociaciones de pediatría indican, y como confirmó en mayo de 2010 una revisión publicada en Current Opinion in Clinical Nutrition & Metabolic Care, en numerosos estudios e investigaciones que el retraso de la introducción de estos alimentos no solo no es beneficioso, sino que incluso podría llegar a ser perjudicial. Lo verdaderamente relevante es la progresión, es decir, hacerlo poco a poco, pequeñas cantidades cada tres o cuatro días para comprobar la tolerancia del bebé e ir aumentando la cantidad progresivamente. Se ofrecerán siempre durante el día, nunca a la cena para observar posibles reacciones en el bebé. Si al día siguiente de incorporar una novedad en su dieta, el niño sigue bien, adelante con otra.
En la mayoría de los casos, los primeros síntomas de una alergia en la infancia aparecen o en la piel o en el tracto gastrointestinal, poco después de tomar determinados alimentos. En la piel suele aparecer como urticaria, bultos, enrojecimientos,…y en el sistema digestivo puede aparecer como edemas en los labios, lengua, paladar o garganta, pero también como vómitos, náuseas, dolor abdominal, diarrea, e incluso a veces restos de sangre en las heces. Ante la duda consulte con un especialista.
¿No se ahogará?
Muchos padres se preocupan por la posibilidad de ahogamiento. Aún así, hay indicios que hacen pensar que si los bebés controlan lo que se llevan a la boca tienen menos riesgo de atragantarse que cuando son alimentados con una cuchara. Esto se debe a que los bebés no son capaces de mover intencionadamente la comida hacia la garganta hasta después de haber desarrollado la habilidad de masticar. Y no desarrollan la habilidad de masticar hasta después de haber aprendido la habilidad que les permite alcanzar y agarrar cosas. La capacidad de agarrar objetos muy pequeños se desarrolla aún más tarde. Así, un bebé muy pequeño no puede aumentar el riesgo de atragantamiento porque es incapaz de llevarse cosas pequeñas a la boca. Sin embargo, si alimentamos al bebé con la cuchara, estamos obligándole a que sorba la comida hasta el fondo de la boca, aumentando el riesgo de atragantamiento.
Parece que el desarrollo general del bebé mantiene el ritmo de su capacidad para manejar la comida con la boca, y para digerirla. Un bebé al que le cuesta llevarse comida a la boca probablemente no está muy preparado para comerla. Por eso, es importante resistir la tentación de “ayudar” al bebé que se encuentra en esa situación. Es el propio desarrollo de las distintas habilidades implicadas en el acto de comer lo que asegura que la transición hacia la alimentación sólida se produce al ritmo adecuado, manteniendo el riesgo de ahogamiento en niveles mínimos.
Inclinar al bebé o tumbarlo para alimentarlo con sólidos es peligroso. Un bebé que manipula comida siempre debe estar sentado en posición erguida. De este modo, facilitamos que la comida que todavía no es capaz de tragar, o que no desea tragar, caiga fuera de su boca.
Es sorprendente observar como desde tan pequeños, y sin dientes, son capaces de masticar los alimentos y como los expulsan de la boca si el trozo que han metido es muy grande y son incapaces de tragarlo. Todos estos reflejos e instintos que son innatos los pierden con el uso de papillas ya que tienen que aprender a tragar sin masticar y a un ritmo impuesto.
No obstante debemos mantener unas normas básicas de seguridad para la prevención de accidentes:
- Es mejor que el niño no tenga hambre y ni sueño: al ser un esfuerzo para él, se puede frustrar y poner nervioso.
- Ponerle la comida a su alcance y no introducirle nada en la boca. Que sea él solito el que se lo lleve.
- Él cogerá trocitos que pueda gestionar.
- No hay que distraerle, déjale que se concentre: en momentos de distracción es cuando hay más riesgo de atragantamiento.
- Ponerle un babero o ropa adecuada para que pueda comer tranquilo y tú también lo estés: se va a manchar mucho, más de lo que imaginas, pero es mejor que resistas la tentación y le limpies al final, cuando termine. De ese modo, permitirás que disfrute y que además, se concentre y no se atragante.
- No le dejes NUNCA SOLO: si se produce algún accidente, es mejor estar lo más cerca posible para solucionarlo.
¿Y las bebidas?
El contenido en grasa de la leche materna aumenta al final de la tetada. Un bebé amamantado reconoce este cambio y usa este conocimiento para controlar su ingesta de líquidos. Si tiene sed, tenderá a succionar poco tiempo, quizás de ambos pechos, mientras que si tiene hambre prolongará la toma durante más tiempo. Gracias a ello, los bebés amamantados a demanda no necesitan beber nada más, ni siquiera en verano.
Este principio también se puede aplicar al periodo de transición hacia la comida normal, siempre que el bebé siga siendo amamantado a demanda. Se le puede ofrecer un vaso de agua durante las comidas como parte de la exploración, pero no hay necesidad de preocuparse si no quiere beber nada.
Los bebés alimentados con leche de fórmula necesitan un enfoque ligeramente diferente, ya que los biberones tienen la misma consistencia durante toda la toma, por lo que hay menos posibilidad de saciar la sed. Para garantizar un aporte de líquidos suficiente, sólo hay que estar pendiente de ofrecer al bebé agua con cierta frecuenta una vez ha comenzado a comer pequeñas cantidades de los alimentos ofrecidos.
Debes estar preparado para el caos y el desorden.
Un plástico bajo la trona protegerá el suelo o la alfombra y facilitará la limpieza. También te permitirá volver a ofrecer al bebé los alimentos que se hayan caído, disminuyendo la cantidad de comida desperdiciada. (¡Te sorprenderá positivamente descubrir lo rápido que el bebé aprende a comer manchando menos!)
Algunos ejemplo de desayunos; gachas de avena, de arroz, de mijo…cocidas en agua o en leche vegetal.
Relájate y disfruta viendo como tu bebé aprende a comer y observando cómo desarrolla su habilidad con las manos y la boca durante todo el proceso!
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